Un lobbysta del saqueo ambiental
Francisco de Narváez, José Scioli, Roy Cortina, los directivos de Ford y Volkswagen, los titulares de Aysa, Edenor; los presidentes del Banco Industrial y el Banco Macro, entre otros, aplaudieron a rabiar al ex vicepresidente norteamericano Al Gore, cada vez que dijo que "la lucha contra el cambio climático es una oportunidad económica". Gore, Nobel 2007 como campeón ecologista, descree de la capacidad del G-20 y las Naciones Unidas para impulsar la reducción de las emisiones de carbono pero confía en que "el mercado sea un aliado en el esfuerzo de reducir la contaminación y el calentamiento global".
En realidad, Gore es el campeón mundial del lobby imperialista en favor de los biocombustibles -también llamados agrocombustibles- y accionista de BioCryst Pharmaceuticals y Novavax, empresas vinculadas con la biodefensa, cuyas acciones se dispararon gracias a la epidemia de gripe A.
El yanqui llegó a la Argentina invitado, entre otros, por la Sociedad Rural, el gobierno de San Luis, el grupo Uno de Vilas-Manzano-De Narváez, el municipio de Tigre que dirige Sergio Mazza (Gore le vaticinó "un futuro brillante" al gran contaminador del Delta) y Andes Energía PLC, una empresa de energía eléctrica de capitales británicos que, asociados a Vilas-Manzano, explota tres áreas petroleras en Chubut y siete en Mendoza (El Ciudadano, 19/10). En 2007, Gore había visitado Chile con el patrocinio de la Barrick Gold y la Argentina con el de Repsol y el gobierno de Santiago del Estero, una de las capitales nacionales de la tala para cultivar soja. El prontuario de sus anfitriones alcanza para medir a quiénes benefician las "energías limpias" del "ecologista" Gore.
Cuando Gore llama a "pensar en verde" no está hablando de preservar el bosque nativo o la Amazonía, sino de propagar monocultivos de palma, maíz y soja, principales insumos para el biodiesel. Su "solución a la crisis climática, sin producir daños al medio ambiente", obvia que la producción de biocombustibles promueve la tala para expandir la frontera agropecuaria, destruye la biodiversidad, contamina el medio ambiente con agrotóxicos, expulsa a las comunidades campesinas, sustituye los cultivos destinados al consumo humano, dispara el precio de los cereales y un largo etcétera. Sustituir sólo el 10% del petróleo que se consume anualmente por biocombustibles implicaría utilizar el 30% de toda la producción de cereales, semilla de girasol y caña de Estados Unidos, la Unión Europea y Brasil, sumados (BBC, 12/5/07).
Ni siquiera es una alternativa limpia: la aplicación de fertilizantes nitrogenados en el maíz (para producir etanol) y en los cultivos de aceite de palma "va a producir niveles tan altos de óxido de nitrato -que es 296 veces más dañino como efecto invernadero que el dióxido de carbono- que tendrá un efecto negativo neto mayor sobre el calentamiento global (que el propio uso del petróleo)" (Foreign Affairs).
Gore "en ningún momento cuestionó el modelo de producción mundial, ni habló de desigualdades sociales. Sólo apuntó al cambio de energías. Y no llamó a movilizarse para defender el derecho humano a un ambiente sano", sino que invitó a cambiar "los hábitos cotidianos" (Clarín, 15/10). Más allá de su débil defensa de los glaciares -"los gobiernos deben intervenir para evitar las operaciones mineras que reducen los glaciares"- cuando Gore elogia "el papel significativo" que el país "puede jugar" en la adopción de "energías renovables" se refiere a su reconversión en productor de biocombustibles.
La Argentina ya entró en la carrera: en 2007, Néstor Kirchner firmó un decreto que obliga a incluir un 5 por ciento de combustibles vegetales en las naftas a partir de 2010, con beneficios impositivos para los productores. La sustitución obligará a producir 210 mil toneladas anuales de etanol, que en un 75% serán generadas en los ingenios azucareros (Prensa Obrera Nº 1.030).
La defensa del medio ambiente exige una delimitación política absoluta de los saqueadores del planeta en cualquiera de sus versiones.
Olga Cristóbal 26/10/09
Francisco de Narváez, José Scioli, Roy Cortina, los directivos de Ford y Volkswagen, los titulares de Aysa, Edenor; los presidentes del Banco Industrial y el Banco Macro, entre otros, aplaudieron a rabiar al ex vicepresidente norteamericano Al Gore, cada vez que dijo que "la lucha contra el cambio climático es una oportunidad económica". Gore, Nobel 2007 como campeón ecologista, descree de la capacidad del G-20 y las Naciones Unidas para impulsar la reducción de las emisiones de carbono pero confía en que "el mercado sea un aliado en el esfuerzo de reducir la contaminación y el calentamiento global".
En realidad, Gore es el campeón mundial del lobby imperialista en favor de los biocombustibles -también llamados agrocombustibles- y accionista de BioCryst Pharmaceuticals y Novavax, empresas vinculadas con la biodefensa, cuyas acciones se dispararon gracias a la epidemia de gripe A.
El yanqui llegó a la Argentina invitado, entre otros, por la Sociedad Rural, el gobierno de San Luis, el grupo Uno de Vilas-Manzano-De Narváez, el municipio de Tigre que dirige Sergio Mazza (Gore le vaticinó "un futuro brillante" al gran contaminador del Delta) y Andes Energía PLC, una empresa de energía eléctrica de capitales británicos que, asociados a Vilas-Manzano, explota tres áreas petroleras en Chubut y siete en Mendoza (El Ciudadano, 19/10). En 2007, Gore había visitado Chile con el patrocinio de la Barrick Gold y la Argentina con el de Repsol y el gobierno de Santiago del Estero, una de las capitales nacionales de la tala para cultivar soja. El prontuario de sus anfitriones alcanza para medir a quiénes benefician las "energías limpias" del "ecologista" Gore.
Cuando Gore llama a "pensar en verde" no está hablando de preservar el bosque nativo o la Amazonía, sino de propagar monocultivos de palma, maíz y soja, principales insumos para el biodiesel. Su "solución a la crisis climática, sin producir daños al medio ambiente", obvia que la producción de biocombustibles promueve la tala para expandir la frontera agropecuaria, destruye la biodiversidad, contamina el medio ambiente con agrotóxicos, expulsa a las comunidades campesinas, sustituye los cultivos destinados al consumo humano, dispara el precio de los cereales y un largo etcétera. Sustituir sólo el 10% del petróleo que se consume anualmente por biocombustibles implicaría utilizar el 30% de toda la producción de cereales, semilla de girasol y caña de Estados Unidos, la Unión Europea y Brasil, sumados (BBC, 12/5/07).
Ni siquiera es una alternativa limpia: la aplicación de fertilizantes nitrogenados en el maíz (para producir etanol) y en los cultivos de aceite de palma "va a producir niveles tan altos de óxido de nitrato -que es 296 veces más dañino como efecto invernadero que el dióxido de carbono- que tendrá un efecto negativo neto mayor sobre el calentamiento global (que el propio uso del petróleo)" (Foreign Affairs).
Gore "en ningún momento cuestionó el modelo de producción mundial, ni habló de desigualdades sociales. Sólo apuntó al cambio de energías. Y no llamó a movilizarse para defender el derecho humano a un ambiente sano", sino que invitó a cambiar "los hábitos cotidianos" (Clarín, 15/10). Más allá de su débil defensa de los glaciares -"los gobiernos deben intervenir para evitar las operaciones mineras que reducen los glaciares"- cuando Gore elogia "el papel significativo" que el país "puede jugar" en la adopción de "energías renovables" se refiere a su reconversión en productor de biocombustibles.
La Argentina ya entró en la carrera: en 2007, Néstor Kirchner firmó un decreto que obliga a incluir un 5 por ciento de combustibles vegetales en las naftas a partir de 2010, con beneficios impositivos para los productores. La sustitución obligará a producir 210 mil toneladas anuales de etanol, que en un 75% serán generadas en los ingenios azucareros (Prensa Obrera Nº 1.030).
La defensa del medio ambiente exige una delimitación política absoluta de los saqueadores del planeta en cualquiera de sus versiones.
Olga Cristóbal 26/10/09
0 comment(s) to... “Al Gore en Argentina”